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domingo, 30 de enero de 2011

Revueltas en el Islam

El otro día decía un guru canadiense en La Vanguardia que esto no es una crisis sino que es un cambio histórico.
La era digital está cambiando de manera definitiva todos los parámetros de entender, medir y afrontar la realidad. Por lo menos esto es así para todos los que nacimos y crecimos en el siglo XX. Para los ahora jóvenes menores de 25 años quizá no.
¿Son un ejemplo de este cambio las revueltas que se están viviendo estos días en los paises del norte de áfrica? No me refiero sólo a cómo se convocan las manifestacioes y como se interrelacionan los jovenes en las redes sociales para coordinarse y dirigir los movimientos en las calles y la expresión de las opiniones.
Me refiero a temas como la simultaneidad entre lo que pasa y su conocimento por cualquier persona que quiera estar informada. La globalidad de esta información en el momento que se produce en cualquier rincón del mundo. En el siglo XVIII ó XIX una corriente de pensamiento político que llevara al deseo de cambio del status quo en un sistema político se convertía en corriente de transformación para su entorno, si es que llegaba a serlo, en el mejor de los casos, a lo largo de varias décadas. Actualmente ante situaciones sociales, políticas y económicas parecidas o vagamente semejantes, no hay distancias que sirvan para aislar o retrasar los efectos de un movimiento social transformador, del signo que sea.
¿En que acabarán estas revueltas?¿Son espontáneas y heterogeneas como paceren en la superficie?¿Cómo responden los gobiernos e instituciones ante estos nuevos fenómenos?
Parece claro que la nueva era digital está ayudando al intercambio de ideas, de intereses, de propuestas, de una forma dinámica, global y sin tutelas. Por tanto hay que pensar que son en su inicio movimientos independientes, espontáneos. Movimientos que rápidamente están expuestos a ser captados por organizaciones para sus propios intereses. O por lo menos susceptibles de intentar ser dirigidos en beneficio propio de estas organizaciones. No está tan claro en qué acabarán, si en cambios reales, profundos, si estos cambios serán en dirección hacia la radicalización integrista o religiosa, hacia la democratización a la occidental, hacia las democracias populares iberoamericanas, o un simple lavado de cara. ¿Puede ser que de estos movimientos surja una nueva alternativa, un sistema político nuevo que busque la participación directa de la ciudadanía y la desaparición de la partidocracia? Desde luego los elementos que la era digital pone a nuestros servicio hacen que esto pueda ser posible ahora y no antes. Pero ¿son lo países del norte de África los que están mejor preparados para liderar este tipo de cambio de sistema social y político?
Otro aspecto que parecen aclarar estos movimientos son las desfasadas y caducas respuestas de las instituciones, gobiernos, diplomacias que del mundo son. Ante la nueva realidad no valen las respuestas pasadas. El arte de la dìplomacia, con sus convenciones, lenguaje y tiempos está demostrando ser una de las herramientas que los gobiernos tienen que más desfasada y anticuada se muestra. La era digital requiere respuestas concretas, en tiempo casi real, con lenguaje directo y comprensible. La diplimacia como se ha entendido hasta ahora ha muerto. La inteligencia de los gobiernos se vale de todas las herramientas que la era digital pone a su servicio para tener mucha más información que hace unas décadas. Pero queda claro que no saben dar respuesta a las nuevas situaciones creadas. De hecho se está demostrando que no saben digerir el empacho de información que manejan.
Los jóvenes, como siempre ha sido, son renovación, pensamiento nuevo, cambio, empuje y sus límites, o mejor dicho, sus no límites los marcan las circunstancias sociales e hitóricas. Pero además son los únicos que interiorizan sin problmas alguno lo que supone esta nueva era en la que estamos.
Vamos a ver en los próximos meses, o pocos años, que nos depara el binomio Era Digital - Juventud.

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